El cuento de ficción y la cultura viajera se unen en este relato de Rodrigo Fresán, una ficción corta que da lugar a un viaje largo, sobre todo para el icono del siglo XX, nacido de la pluma de Hergé, que sufre un día una inesperada crisis de identidad.

Tintín no viaja. Tintín no se mueve. Tintín no sale de casa y hasta le cuesta, cada mañana, levantarse de la cama para emprender expedición hasta el baño y después llegar a ese otro continente que es la cocina a pedirle al mayordomo Néstor que le prepare el desayuno.

Superadas semejantes aventuras —Tintín y las frazadas asfixiantes, Tintín y el espejo de botiquín, Tintín y los croissants malditos— el joven periodista se derrumba en un sillón de la sala y, sí, Tintín y la odisea del día interminable. No pasa nada. No hace nada. No mira ningún mapa ni recibe ninguna visita inesperada con un encargo peligroso. Ningún bailecito de los suyos ni ningún «tra-la-lá» producto del alcohol ocasional o de respirar el tóxico aliento a wh...


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